
Aunque aparecen débiles cuando se observan por
telescopios ópticos, su corrimiento al rojo alto implica que estos objetos se sitúan
a grandes distancias, por lo que hace de los cuásares los objetos más luminosos
en el universo conocido. El cuásar que aparece más brillante en el cielo es el
3C 273 de la constelación de Virgo. Tiene una magnitud aparente de 12,8, lo
suficientemente brillante para ser observado desde un telescopio pequeño, pero
su magnitud absoluta es de -26,7. A una distancia de 10 pársec (unos 33 años
luz), este objeto brillaría en el cielo con mayor fuerza que el Sol. La
luminosidad de este quasar es unos 2 billones (2 × 1012) de veces mayor que la
del Sol, o cien veces más que la luz total de una galaxia media como la Vía
Láctea.

Se ha descubierto que los quásares varían de luminosidad
en escalas de tiempo diversas. Algunas varían su brillo cada algunos meses,
semanas, días u horas. Esta evidencia ha permitido a los científicos teorizar
que los cuásares generan y emiten su energía desde una región muy pequeña,
puesto que cada parte del quásar debería estar en contacto con las otras en tal
escala de tiempo para coordinar las variaciones de luminosidad. Como tal, un
cuásar que varía en una escala de tiempo de algunas semanas no puede ser mayor
que algunas semanas luz de ancho.
Los cuásares manifiestan muchas propiedades
idénticas a las de las galaxias activas: la radiación no es térmica y se ha
observado que algunas tienen jets y lóbulos como las radiogalaxias. Los
cuásares pueden ser observados en muchas zonas del espectro electromagnético
como radiofrecuencia, infrarrojos, luz visible, ultravioletas, rayos X e
incluso rayos gamma. La mayoría de los cuásares son más brillantes en el marco
de referencia de ultravioleta cercano, cerca de la línea Lyman-alfa de emisión
del hidrógeno de 1.216 Å o (121,6 nm), pero debido a su corrimiento al rojo,
ese punto de luminosidad se observa tan lejos como 9.000 Å (900 nm) en el
infrarrojo cercano.
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